jueves, junio 24, 2004

Salvemos a Chapala Jalisco

Hay un plan maestro a 25 años para el lago más grande de México. Se divide en tres etapas: 1. Detener su desaparición. 2. Recuperar sus niveles naturales y 3. Alcanzar la sustentabilidad lacustre a largo plazo, cuando el nivel de entradas de agua sea equivalente a las salidas. El libro habla de la logística para lograrlo y antes, para enamorarnos de Chapala.

Leer sobre lo que ha pasado en Chapala, hace desear que la pronta recuperación la gran laguna nos permita gozar de un lugar paradisíaco, con veleros y vapores, con un muelle en el que choquen las olas, como lo hacían antaño, cuando los pelícanos consumían su propio peso en pescado cada semana y convivían con gansos, garzas y gaviotas, mientras que el bagre, el pescado blanco y los charales estaban acompañados del boquinete, la sardina, la barbeta y la lobina, aún no se extendían los devoradores lirios sobre la superficie y en las orillas el viento mecía las ramas de ahuehuetes, sauces y pinos.

Cuenta la tradición, que los tecuexes o descendientes de los toltecas fueron los primeros seres humanos que vivieron en las riberas de la laguna, gracias al liderazgo de Chapa, el caudillo que animó a varias familias a fundar esa población que después se llamaría
"lugar de Chapa" o Chapala. Hacia 1526 la zona fue conquistada por Alonso de Ávalos, el primo de Cortés, y evangelizada por los franciscanos. Durante la Colonia se crearon una serie de postas, pueblos y misiones para defender el flujo de minerales que se trasportaba desde Zacatecas y Guanajuato. Por eso, "León, Silao, Salamanca, San Miguel y el pueblo de Dolores son equidistantes." También en la zona se cultivaban los granos que se comían en México y Guadalajara, los cuales se trasladaban a través de los Caminos Reales y se almacenaban en las alhóndigas, como la de Granaditas.

Además de trigo, se sembraba caña de azúcar y algodón. Los ribereños completaban su dieta con el pescado de la laguna y su vida trascurrió sin sobresaltos hasta la sequía de 1784-85, cuando una helada remató la cosecha e hizo que 1785 fuera declarado año del hambre, situación que empeoró en 1786, cuando la peste cobró muchas víctimas y varios
temblores aterraron a la población. Sus nervios se alteraron más aún con el cielo rojo de la aurora boreal de 1789. Unos cuantos años después, la guerra de independencia dejaría marcada la zona para siempre, con el fuerte que construyeron los insurgentes en Mezcala, la isla de la laguna, teatro de una lucha local de tres años de duración, con batallas
navales, sitios, ataques, defensas e innumerables actos heroicos.

Posteriormente, la guerra de Reforma o de los tres años y de la intervención francesa incendiaron la zona, hasta que, a finales del siglo 19 y principios del 20 se dio el auge de Chapala, con sus grandes barcas veleras y sus vapores, esos que navegaron de 1888 a 1945, cuando empezó el ocaso.

Cada Semana Santa, de 1904 a 1910, don Porfirio Diaz y su familia tomaron sus vacaciones en la zona, cada vez mas llena de hoteles, y con un desarrollo turístico que bien podría inspirar el que puede crearse al revivir Chapala. También de esos tiempos data un gran error: el disecar una parte del lago, lo que se hizo de acuerdo con la moda europea.

Aún no había trajes de baño, así que las damas del Porfiriato, nadaban en un amplio camisón Vichy, de manga larga, cuello cerrado y olanes. Sin duda era una terrible experiencia que se inflara como globo, se quedara flotando, o que su mojada tela dejaba ver las formas de su propietaria, pero, me pregunto, en un clima tan agradable
¿Sería más sexy que el bikini?

Hay varias historias tan curiosas como la del ferrocarril Guadalajara-Chapala, hecho por el noruego Christian Schjetnan, con anuencia de Venustiano Carranza. Su construcción se inició en 1917, se inauguró en 1920 y sucumbió en 1926. También narra el surgimiento y
destino de Monte Carlo y otras villas riberañas, de los pioneros del automovilismo, quienes de su peculio construyeron la carretera Chapala-Guadalajara para jugar dos días de carreras y ofrecer, gracias a los donativos que recibían, la Copa Jalisco, un objeto de arte y dos medallas de oro.

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